Ressonàncies
Same as it ever was ...
Cada vez más el mundo del arte comprende en su interpretación una vasta gama de pensamientos, valores, funciones, recursos, etc. La idea de arte vivo gracias a su propia indefinición, a la capacidad que tiene de sorprenderse él mismo, de mirarse en el espejo y no reconocerse.
La originalidad, la novedad, la rareza, el imprevisto, la extrañeza son valores intrínsecos en el carácter peculiar de lo artístico hoy. Pretendidamente, los artistas se adentran en lo desconocido y con este acto amplían los horizontes de la condición de la conciencia humana (la propia y al de los otros).
Hablar de lo desconocido es situarnos en el contexto que sabemos que no sabemos. Investigamos, exploramos, probamos, especulamos y nos deleitamos tejiendo hipótesis donde queda atrapado lo real, la nueva realidad.
No es de extrañar, pues, debido a lo que ya asumimos como conocido, que la idiosincrasia del ser humano corra por caminos de teorías, conjeturas y rumores.
En medio de tanto artificio y tanta virtualidad, padecemos la alucinación de ser ajenos a la naturaleza, de haberla superado. La miramos y casi ya no nos reconocemos, y es que dentro de lo que llamamos el conocido está la gran parcela del olvidado.
La realidad es que los humanos no dejamos de ser salvajes cuando nos convertimos en míticos, ni dejamos de ser míticos cuando devenir racionales.
La mayoría de hombres y de mujeres olvidan la capacidad creadora. Quizás la mayoría de artistas creadores olvidan que ellos mismos son creaciones.
Por ahora, el desconocido es el olvidado, y hablar de lo que es olvidado es reconocer que no sabemos que sabemos.
De este concepto, son inseparables denominaciones como diseño, oficio artístico, etc.
"Un poco más hacia el oeste"
Inspirarse en la naturaleza, recomendaban los clásicos, y buscar esta inspiración se ha recomendado una y otra vez para volver a los manantiales del auténtico conocimiento, para superar callejones y momentos de confusión. Aunque ahora no se levantan voces con esta proclama, parece que una de las constantes de estos objetos que se exhiben es este retorno a las fuentes de la naturaleza.
Este regreso no se hace por los caminos de la mímesis, sino de la observación de las leyes más elementales que ordenan el funcionamiento de la máquina natural, ya que también observamos un choque, un diálogo, entre las formas orgánicas y los materiales naturales con las formas de la industria y los materiales prefabricados o, mejor dicho, preconformats.
Es bien sabido que la energía no se crea ni se destruye sino que sólo se transforma. De vez viejo y sabido quizá lo habíamos olvidado, y de la aplicación de este axioma nace una nueva generación de objetos.
El agua que transpira por la vieja cerámica, que se refresca ella misma. Juegos de luces, movimientos y sombras sutiles que dibujan los movimientos del aire y los movimientos del cuerpo. Aire capturado por hacernos sentir los ruidos del mundo de dentro y de fuera. Ecos de esqueletos y rastros de huellas sobre el propio cuerpo. El aire y el agua que modelan la materia y que, una vez analizada y calculada, la conformarán con el trabajo fin de los artífices. Experimentación con aplicación de sustancias y procedimientos naturales, y quizás ancestrales, para conformar la cultura material del futuro. Ejemplos de esta síntesis, de este diálogo entre las propuestas de la naturaleza y la actividad de los creadores.
Todas estas realizaciones pueden hacer entrar en crisis algunos viejos dogmas de la modernidad y dejar al descubierto, de pronto, la inutilidad de ciertos esfuerzos para hacer encajar, a toda costa, formas y funciones bajo la dirección de unos parámetros formales y conceptuales preconcebidos.
Y es que cuando las leyes de la naturaleza y las de la inteligencia trabajan de acuerdo, salen las obras perdurables y que nos hacen más servicio, ya que no somos sino máquinas ajustadas a estos mismos principios, y no deberíamos olvidar que de una maraña de conexiones eléctricas, aunque no bien explicadas, es de donde salen nuestras emociones. Al parecer, todo lo que vemos aquí, también nosotros mismos, es polvo de estrellas.