Terremoto
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Tere Recarens

Terremoto

Del 17 de enero al 17 de febrero de 1996. Ciclo Polifonies. La metàfora de la veu. Comisaria: Assumpta Bassas

Transeúnte transitorio, transitivo (pero no trascendente)

Al final, la mejor manera de viajar es sentir.

Sentirlo todo de Todas las maneras.

Sentirlo todo excesivamente,

Porque Todas las cosas son, en verdad, excesivas,

Y toda la realidad es un excesivo, una violencia,

Una alucinación extraordinariamente nítida

Que vivimos todos en común con la furia de las almas,

El centro al que tienda las extrañas Fuerzas centrífugas

Que son las psiques humanas en super armonía de sentidos.

Fernando Pessoa

Quienes han escrito sobre las obras de Tere Recarens y también aquellos que la conocen siempre hablan su talante juguetón y del buen humor que contagian sus piezas. Quizá la obra Terremoto (1994-95) que presenta en La Capilla no sea la más divertida de las que ha hecho hasta ahora -quizás ninguna de ellas sea finalmente nada divertida-, pero mantiene la forma de hacer característica de esta artista: ponerlo todo en clave de experiencia lúdica. << Pasar-me bien y que los demás también lo pasen bien >>, dice a menudo cuando habla de su trabajo. Con una sonrisa de oreja a oreja, Recarens es consciente de que esta máxima confunde y sonrojante más de uno que se afana en traducir el registro de discurso que el artista emplea en su trabajo y en sus conversaciones -un tono muy espontáneo y un aire de cuento, historieta, balada, juego o foto de familia- a otro nivel, pretendidamente más grave y definitorio. Pero, si en vez de violentar el espíritu del discurso original con preguntas serias (<< esto que significa? >>), nos decidimos a tomar parte y compartir naturalmente el rato con sus obras, este << pasarse s 'bien >> deja de ser una broma -o una estrategia artística y << intelectualoide >> de una niño terrible- y comienza a dibujarse como una muy interesante propuesta de un marco de acción y de actuación.

Como muchas de sus obras, Terremoto invita al espectador a participar sin indicarle las reglas del juego. En este caso, desde la puerta de entrada de La Capilla y casi como una prolongación de la calle, Recarens ha construido un suelo de madera que circula por el espacio silencioso de la nave de la antigua iglesia. Sobre esta tarima el transeúnte puede pasearse y llegar hasta la puerta lateral del edificio (por la que teóricamente también puede entrar y hacer el recorrido a la inversa). A lo largo del trayecto, una colección de objetos usados ​​de vidrio, cerámica y otros materiales frágiles reposan sobre muebles diversos, también de segunda o tercera mano. Este intrascendente trayecto de paso (no pretende llevarnos a explorar espacios recónditos de La Capilla ni nos muestra objetos especialmente interesantes desde el punto de vista artístico, decorativo o antropológico) deviene peculiar en el momento que notamos que no somos sobre tierra firme. Como si se tratara de la versión pobre de un parquet envejecido, las maderas del suelo chirrían y ceden de forma alarmante con el peso del peatón. A consecuencia directa del ritmo y la decisión de nuestros pasos o los de los otros, los muebles se tambalean, los objetos trepidante y, eventualmente, estos últimos, desplazados por terremotos hacia los márgenes de las superficies, se deslizan y se estrellan contra el suelo. Es decisión nuestra ralentizar o acelerar el paso, aligerarlo para provocar el mínimo de accidentes o vigorizar-lo para propiciar, atenuar a conversar con alguien en medio del recorrido o bien para observar alguno de los objetos que nos llaman la atención, coger uno sometidos a una irreprimible necesidad de poseerlo, maravillarnos ante la diversidad de esta extraña colección de trastos, preguntarnos por la historia y la vida particular de los objetos, entristir- si uno de ellos se rompe ... No estoy enumerando reacciones imaginadas sino describiendo algunas de los que dieron la primera vez que Tere Recarens mostró este trabajo en dimensiones más reducidas en la Galerie de la escuela de Arte de Marsella.

En algunos de sus trabajos, Recarens nos muestra su propio comportamiento, su manera de relacionarse con sus amigos, amigas y conocidos, sus propias experiencias con su entorno. Los dibujos del artista de la primera plana de este catálogo muestran algunos de los malos momentos de su amistad con Marta, Martín y Estefi. A través de la ingenuidad de la representación y del humor de la escena, el malestar de la relación se diluye en una divertida caricatura de la imaginada fechoría que el artista planea para volverse. Hoy, Tere no tiene en César (1991-94), una caja de cartón con dos agujeros para ojos que había llegado a ser su inseparable compañero, para explicarle secretos y estos dolores de cabeza que necesariamente conllevan las relaciones con los demás. Así pues, resuelve el mal rato haciendo unos dibujos que se parecen extraordinariamente a los de una niña de seis años. La fantástica historia del amigo ideal que el artista se inventó para compartir su vida cotidiana forma parte de un mundo donde la imaginación rezuma lucidez. En César tenía su razón de nacer, tuvo su historia y muchos nos habíamos acostumbrado a verlo por las calles, bares y cines de la ciudad. Un día desapareció, pero no nos hemos olvidado de él, y hoy comienza a ser leyenda.

En la fotografía Balón de jabón (1994), el artista nos muestra a sí misma jugando en la piscina con una esfera de 66 cm de diámetro hecha de jabón. El momento captado por la cámara bajo el agua sugiere una relación táctil y casi erótica del cuerpo con este juguete construida con material pobre por el artista. Creo que la referencia más cercana para explicar aqueta bella imagen es también la del mundo de los niños. En los primeros años de nuestra vida, << aprender >> y << pasarlo bien >> pueden ser una misma actividad. También a esta edad se confunden la curiosidad por << conocer >> el mundo y << vivirlo >>, conceptos que se traducen en la necesidad de probar, tocar, acariciar y sentir en la piel como los cuerpos y los objetos nos dan calor, color y energía. En la obra de Recarens, junto a la frescura del trazo y de la mirada, hay siempre algún aspecto que indica que no le interesa la candidez como valor moral. En este caso, nos damos cuenta de que la pelota está hecha de un material que se diluye en contacto con el agua y que el jabón es, de hecho, un instrumento de limpieza. Sutilmente, sin moralismos ni exaltaciones epicúreas, la imagen comunica la sensación de un refrescante chapuzón que depura gestos y palabras de todo lo que imposibilita un movimiento suelto y espontáneo. Más allá, un salto para sumergirse en la transitoriedad de la experiencia cotidiana con el espíritu de vivirla a modo de pasaje de gozo y celebración no sólo del cuerpo sino, más ampliamente, de la materialidad de la existencia .

Otras obras Recarens, como Terremoto nos proponen comprobar cómo nosotros mismos nos comportamos en una situación dada por el artista. El suelo de la tarima no se mueve bajo nuestros pies por azar. La inestabilidad y la caída de los objetos han sido deliberadamente tramadas por el artista, a quien sus amigos y parientes llaman cariñosamente << terremoto >>. Estos contextos-situaciones donde estamos invitados a movernos no nos piden actuaciones desacostumbrada, nos reclaman naturalidad -o la sorpresa que cada uno de nosotros nos donem-. Aun el espacio monolítico, sereno y trascendente de La Capilla transparentes sin vergüenza su vulnerabilidad cuando el sentimos gemir y estremecerse, cuando se reconoce explícitamente, provisional y sensible: el trayecto subraya como el espacio sagrado, una vez desritualitzat, deviene un mero pasaje.

En la obra Sin título 2 (1995) Recarens colocó en la entrada de una galería de arte varios papeles de periódico sobre el suelo recién fregado, que se mantenía aparentemente mojado -brillant y lliscós- durante toda la exposición. Para evitar accidentes y respetar el trabajo hecho era necesario, pues, pasar tranquilamente por encima todo pisándoles. A Te caerán los dientes (1994), Recarens sembró con caramelos el pavimento del Espacio 13 de la Fundación Miró, por el que nos paseábamos bajo la mirada simpática de un Pinocho gigantesco que nos enseñaba burlesco su nariz kilométrico. El escenario se convertía, en este caso, un territorio de ficción. De hecho, ficción y realidad forman por Recarens las dos caras de una misma moneda. << Nunca digo mentiras >>, dice uno de los envoltorios de los caramelos de aquella magnífica instalación, y la afirmación es interesante en el contexto del cuento como género literario -la historia de Pinocho es un cuento, la de César también- donde las mentiras no serían transgresiones culpables de falsear la realidad sino la revelación de la capacidad humana de inventar, crear y vivir desde un ángulo caleidoscópico la realidad y, en último término, transformarla.

La creación de estos escenarios, reales o de ficción, aseguran la presencia de gente en su obra, pero no sólo como parte indispensable de la propuesta artística sino porque las relaciones humanas -l'absoluta prioridad de la confianza, el diálogo y la interrelación con los otros- tienen un lugar central en temática de sus obras. Quizá por Recarens la amistad -tema que se repite en varias obras suyas sea uno de los únicos valores absolutos en el marco del juego libre de la fantasía y de la razón que propone, un mundo sin reglas convenidas pero donde precisamente no todo está permitido . Y, en el contexto contemporáneo, reivindicar y vivir en este territorio de las historias personales reales o fantásticas -considerado un ámbito insignificante, no conclusivo y alógico desde el punto de vista de la ética utilitaria que se nos impuestas puede ser una de las nuevas utopías necesarias.

En este ya incipiente cuerpo de trabajo de Recarens, va perfilándose también la peculiar importancia que tiene para el artista la relación con los objetos, las cosas con que convivimos. Hay temporadas que el artista se gana la vida vendiendo en los mercados de segunda mano objetos que recoge por las calles. El ambiente el mercado ofrece quizás de manera más completa la posibilidad de reunir bajo una misma sombrilla intereses y actividades inseparables por esta artista: trabajo, diversión, arte y relaciones humanas. Los objetos de Terremoto proceden en gran parte de estas fuentes. Son de todo tipo pero en esta situación todos comparten un aspecto: su fragilidad. Podríamos decir que, en la circunstancia en que se nos presentan, descontextualizados sobre muebles anónimos, no exhiben otra cosa de la muerte que iguala y cuestiona los valores económico, de uso, decorativo e incluso artístico de las cosas y las convierte , al fin, en objetos amigos o trastos indiferentes.

Amigos y amigas reales e imaginarios forman a finales un círculo para jugar a la gallinita ciega (uno de sus trabajos más exitosos lleva este título). Desde el centro del círculo, Tere Recarens, con los ojos vendados con una cinta roja, se acerca para reconocernos. Pero ahora me toca a mí, y desde el centro del texto me acerco a la página; convertidas las líneas en los largos dedos de mi mano he topado con un rostro que recorro: piel tensa, boca extremadamente abierta, cabellos erizados ... El eléctrico girl no ha podido aguantar las cosquillas y hace una sonora y conocida carcajada: la Tere?