The end of...
Pol Esteve (Barcelona, 1981) es licenciado en arquitectura por la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona (UPC). Por este motivo, su trabajo artístico aparece vinculado al ámbito arquitectónico como una exploración del entorno físico y, a partir de este, emprende una reflexión sobre el significado de la forma. Al inicio de su trayectoria realizó varios proyectos de investigación en colaboración con Marc Navarro en los que establecieron como parámetro de estudio la función de determinadas formas arquitectónicas en un contexto social. Entre dichos proyectos cabe mencionar Atlas de plantas (2006 y 2008), que analizó una red de espacios de tránsito colectivo inscritos en el tejido urbano de Barcelona (cuartos oscuros, espacios cerrados para cajeros automáticos, probadores y nichos de cementerios) como espacios públicos de uso individualizado que, contradictoriamente, producen prácticas inscritas en sistemas altamente ritualizados de construcción social, y Taller Poble Sec (2009), que, a partir de una dimensión proyectual, cuestionaba la relación entre arquitectura y forma desde una perspectiva contemporánea.
En esta ocasión, Pol Esteve presenta de forma individual el proyecto The End of... [El fin de... ] en el Espai Cub. La obra consiste en trasladar una estructura lingüística al mundo de la experiencia sensorial. Concretamente, se trata de convertir el texto “The End of the Classical: The End of the Beginning, the End of the End” del arquitecto y teórico estadounidense Peter Eisenman (Newark, Nueva Jersey, 1932) en una arquitectura hecha de luz, sonido y temperatura.
Pol Esteve propone pasar del lenguaje al objeto mediante la dicotomía entre “construcción mental” y “construcción física” presente en toda la historia de la arquitectura. Pol Esteve ha escogido el ensayo de Peter Eisenman precisamente porque parte de una “estructura” muy difusa que habla de la arquitectura misma como texto. El proceso de análisis y síntesis (tanto del significado como de la morfología) para trasladar el escrito a un dispositivo arquitectónico produce la emergencia de sistemas profundos del pensamiento. De este modo, el artista establece un sistema de trabajo analítico intuitivo (aunque de metodología estricta) que se basa en la esquematización gráfica. Por otro lado, el transvase del texto a una construcción sensitiva implica el paso inverso al salto lingüístico que tuvo lugar en el arte y la arquitectura durante la segunda mitad del siglo xx.
Para implementar la composición de este proyecto en el Espai Cub, el artista emplea los recursos tecnológicos propios de las discotecas (focos, aparatos de efectos especiales, altavoces, etc.) y coloca estas pequeñas máquinas en una especie de pared-estante a la vista del espectador. La visión externa de estos gadgets o dispositivos remite al uso que se ha hecho de la tecnología en el discurso arquitectónico del siglo pasado, a la vez que nos invita a entrar en el Espai Cub, donde su funcionamiento hace que el espacio adopte una estética disco/caja negra.
Evidentemente, The End of... nos pone a prueba como espectadores. Al adentrarnos en esta abstracción rotunda podemos convertir nuestra percepción en un conocimiento inmersivo de la complejidad del engranaje edificante de la obra (como ante las composiciones de John Cage en el ámbito de la música) o, en caso contrario, situarnos en un plano eminentemente sensorial, donde la obra se convierte en un lugar de experiencia para los sentidos –a pesar de que la pieza posea una dimensión conceptual mucho más amplia. Aunque la voluntad del artista pudiera pretender que el visitante diese sentido a la obra desde su planteamiento conceptual, lo más probable es que éste solo sea capaz de entenderla parcialmente. Pero quedémonos con la idea primera de la que hemos hablado. ¿Qué sucede cuando un texto se convierte en una experiencia estética? O, si vamos más allá, ¿cuál es la relación entre “proyecto” y “objeto”? ¿La emergencia del objeto significaría la destrucción del “proyecto”?
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