Sota la carpa
Dentro del programa de talleres para artistas jóvenes de la QUAM'94 (Montesquiu, del 2 al 17 de julio), se organizó un taller dirigido por el escultor Pedro Cabrita Reis (Lisboa, 1956). La elección del director respondía a nuestro interés por invitar a un artista de otro ámbito geográfica y cultural, como en anteriores ocasiones se había hecho con el pintor alemán Albert Oehlen o la fotógrafa inglesa Hannah Collins.
Aunque la obra de Cabrita Reis es muy conocida -sobre todo por la difusión que ha conseguido en participar en grandes exposiciones internacionales, como Metropolis en el Martin Gropius Bau de Berlín (1991), la Documenta IX de Hassel (1992), Los últimos días a las Salas del Arenal durante la Expo'92 de Sevilla, o las individuales en la Galería Juana de Aizpuru de Madrid- no se han producido muchas ocasiones para verla en directo, sobre todo en Barcelona. En sus instalaciones -siempre realizadas con materiales sencillos, como escayola, madera o tela- realidad y artificialidad, complejidad y simplicidad se mantienen en equilibrio. Interior y exterior definen situaciones arquitectónicas: espacios para la experiencia, espacios associacionals definidos, a menudo, por el mismo título de la obra (La casa del silencio blanco, Río, H. Suite ...). En los últimos años ha centrado su trabajo en el campo de la construcción de dispositivos o instalaciones preocupadas por una idea de inhabitabilidad del mundo contemporáneo.
La propuesta de taller de P. Cabrita Reis presentó en Montesquiu partía de un respeto absoluto hacia el trabajo de cada participante. El director renunció a imponer ningún tipo de programa que determinara estéticamente los resultados y prefirió actuar como catalizador de energías, como un espejo que devolviera las potencialidades de cada artista.
Durante los primeros días cada miembro del taller explicó su trayectoria y defendió su producción más reciente. Seguidamente se trataba de diseñar un proyecto de intervención sobre -o a partir- los espacios de Montesquiu. Una vez discutido entre todos y, especialmente, con el director de taller, había que formalizarlo. Cabrita Reis, pues, se limitó a acompañar cada autor durante el proceso de elaboración de la obra con el fin de poner en evidencia y fomentar las potencialidades de cada uno y limpiar los lenguajes de aspectos superfluos o innecesarios. Cabrita supo sacar lo más positivo de cada opción creativa, estimuló la práctica de la autocrítica y la autoexigencia de rigor en cada fase del trabajo.
Durante la fase de producción se produjo otro aspecto muy interesante. Una vez discutidos y aprobados los proyectos se montó un sistema de trabajo que aseguraba la utilización óptima de los recursos y el tiempo: se crearon grupos de trabajo para cada obra bajo la dirección del autor y con la asistencia del resto de colegas. Esta dinámica permitió la intervención colectiva en la elaboración y provocó un debate específico sobre cada una de las obras.
El resultado fue un conjunto de instalaciones muy bien interrelacionadas con el lugar que ocupaban. En algunos casos el mismo espacio constituía parte de la obra. Un conjunto que refleja el estado de la cuestión en el arte emergente y algunos de sus puntos de debate: la paradoja entre realidad y representación (Arenoso, Parera), la crítica a los géneros, a la misma historia reciente del arte contemporáneo y sus sistemas de presentación (Rovira, Ayguavives, Domingo), la exploración de nuevas posibilidades para la pintura (Palomino, Ruiz), las referencias a la propia experiencia o en los conflictos personales (Akane, Palacios), etc.
Las obras se pudieran visitar durante las jornadas de puertas abiertas, al final de la QUAM. En el transcurso de los apasionados debates de aquellos últimos días surgió la idea de dar continuidad al taller con la organización de una exposición de grupo. Sin embargo, la presentación de las intervenciones realizadas en Montesquiu -a pesar del carácter objetual de algunas de ellas- era imposible: la instalación en otro espacio anularía el sentido de la mayoría de ellas.
Así pues, algunos de los trabajadores que se exponen ahora han sido proyectados y elaborados por cada artista durante todo este año pensando en los espacios de La Capilla. De esta manera cada uno ha madurado sus lenguajes y el taller ha crecido en generar otra dinámica de intercambio y confrontación. La obra Taller que presenta Pedro Cabrita Reis -construida con sillas y espejos aportados por cada artista- da forma a la experiencia y cierra el círculo que se abrió hace un año bajo la carpa geodésica de Montesquiu.