Oriol Font
Para atrapar los instantes
Si cuando nos queremos deshacer de algún omento de nuestra vida optamos por ocultar algunos de los objetos que nos lo hacen recordar en una caja que finalmente dejaremos olvidada en cualquier rincón, es porque entre nuestros objetos cotidianos están los que tienen la capacidad de equilibrar la inestabilidad que caracteriza nuestra existencia. Y es que, aparte de la funcionalidad para la que fueron concebidos, hay ciertos objetos de nuestro entorno que cuando los vinculamos directamente con nuestros deseos y nuestras emociones no solo nos sirven para controlar la vulnerabilidad de nuestra persona, sino que también nos permiten seguir existiendo en esta jungla de la incomunicación en que se ha convertido nuestro mundo actual. Ante la ausencia de afectividad que reina en buena parte de las relaciones humanas, nos dedicamos a coleccionar cosas a fin de obtener el afecto que deseamos, y cuando atrapamos en la memoria nuestros anhelos en forma de objetos sentimos que las palabras que nos dicen son justamente las que queremos escuchar; hasta que se nos llena el contenedor y tenemos que salir fuera para buscar otro: para poder reciclar nuestros desechos y evitar que la suciedad se extienda por tierra. Debemos reconstruir nuestro mundo particular cada vez que se nos derrumba.
Si bien la relación que se establece entre el objeto y el sujeto siempre ha sido determinada por el efecto psicoterapéutico que tiene, la esencia de los objetos que configuran nuestro entorno nunca se puede separar de nuestros deseos y nuestras emociones . Así pues, si consideramos que la sociedad en que vivimos además de ser la del consumo es también la de la proliferación de los desechos, la relación que mantenemos con nuestros objetos se vincula con lo que hacemos cuando los dejamos de utilizar por el motivo que nos los habíamos apropiado. Por todo ello nos vemos abocados al culto del reciclaje, y, como consecuencia los residuos que genera nuestra economía capitalista, la esencia de nuestros objetos se fundamenta en el provecho que extraemos cuando los conseguimos reinvertir de acuerdo con nuestras carencias, y no en el beneficio que obtienen los demás a partir de nuestro costumbre irracional e impulsivo. De modo que poder reciclar los objetos de nuestro entorno en beneficio nuestro, significa el inicio de aquellas cosas que todos deseamos y que no podemos explicar; una metáfora del (nuestro) nacimiento justo después de la (nuestra) muerte?
Tras el cambio del sentido del cosmos que se manifiesta a partir del principio del siglo XX, el objeto pasa a convertirse en el símbolo más inmediato del mundo, y es sobre la base de este cambio en la apreciación de las cosas que altera la relación entre los hombres y su entorno inmediato. Asimismo, como consecuencia de la rotura de la serenidad con que se habían ido rehaciendo las sucesivas imágenes del mundo, se debilitan las perspectivas universales (tanto en los conceptos como en los sentimientos), se crean grupos que encaminan sus esfuerzos hacia el cultivo de lo particular, y de los nuevos significados que adquieren los objetos comienzan a ocuparse de ellos un tipo de artistas que, al sentirse motivados por un deseo fuerte de experimentación, consolidarán la ruptura con el arte establecido apuntada por Manet unas décadas antes. Hasta llegar al punto de convertir el objeto en el denominador común de sus palabras, las mismas que aún se siguen escuchando en cualquiera de los lenguajes en que el arte se manifiesta.
Si la utilización de todo tipo de objetos en el arte se deriva de la sustitución de lo representado por la representación, hay otro tipo de investigación que también se inició en los primeros collages cubistas: el estudio de las impresiones oscuras del hombre a través de las cualidades secretas que poseían los objetos. Ahora bien, si la investigación y la práctica de ese procedimiento artístico no fue sino un paso más en la aventura hacia el significado de la existencia del hombre, no es hasta la llegada del dadaísmo (y más concretamente del ready-made de Marcel Duchamp) que los artistas se empiezan a cuestionar el significado de los objetos que configuraban su entorno. Así, en interesarse por el descubrimiento de una esencia más que por la construcción de formas nuevas, los dadaístas iniciaron la aproximación al objeto en su aspecto espiritual, y en incorporarlo en sus obras de acuerdo con su vertiente psicológica declararon que el sentido del objeto no era sino el que el artista le había dado; cualquier objeto podía ser una obra de arte. Sólo era necesario que la escogiera un artista y el mostrara en un contexto diferente de aquel en el que había sido concebido. Esto quería decir que la simple elección equivalía a la creación, si la hacía un artista. Este era uno de los aspectos invocados por los surrealistas cuando manifestaban que al azar, entendido como la conquista de nuevos grados de conciencia a través de asociaciones provocadas, implicaba una aproximación (nueva) a la realidad y también en la vida vivencial.
Pero en los ready-mate de M. Duchamp no sólo se declaraba que un objeto podía ser una obra de arte; también se anunciaba que la escultura perdía su carácter cerrado y pasaba a convertirse en una parte importante del contexto ambiental que la circundaba. Esto quería decir que el espectador dejaba de estar delante de la obra para pasar a situarse en su interior; que para percibir la obra de arte debía circular a través de su espacio caminando entre los objetos que el artista había escogido. Y fue así como, al integrar en el interior de un espacio los materiales más inimaginables con todas sus relaciones posibles, se establecieron algunas de las bases sobre las que se fundamentarían los environements o los ensamblajes. Sin embargo, los objetos que se utilizarán en las nuevas propuestas, lejos de ser neutrales o menos indiferentes, servirán para denunciar algunos aspectos específicos de la cotidianidad de nuestra vida: la fragilidad física de las cosas, la estabilidad fugaz del ser humano ..., la necesidad de reciclar nuestros propios residuos.
A pesar de compartir con los environements y los ensamblajes (pero también con el principio del collage cubista, el ready-mate de M. Duchamp o el objeto mágico del surrealismo) una buena parte de los mismos principios sobre los que se fundamentaron sus respectivos discursos artísticos (como la incorporación de los objetos en la obra de arte, la ubicación del espectador en su interior, la reconsideración del espacio arquitectónico que la circunda o la incorporación del azar en el proceso creativo) , el interés de la propuesta plástica de Oriol Font se basa en la forma en que este artista se aproxima a la actividad tridimensional. Y es que, si bien su actitud se corresponde con la de un escultor que también construye, sus obras son unos territorios donde se suceden los acontecimientos. Los instantes vividos por un artista que, en dejarse seducir por los materiales que utiliza, no sólo por sus propiedades formales sino también por las cualidades simbólicas y secretas que poseen, decide de atraparlos en su memoria tras la apariencia de un objeto de su entorno, de un color determinado, de la textura de una materia más o menos maleable, del volumen del espacio donde se deberá ubicar, de la forma que tengan sus recuerdos o de la intensidad con la que el artista experimenta sus sentimientos ..., de lo que guardamos en aquellas cajas que dejábamos olvidadas en cualquier rincón. Y es que, más que objetos, son la abstracción de nuestras pasiones. Y son muy pocas las veces que las queremos enseñar. O es que acaso cuando lo queremos hacer no recordamos dónde están?